QUINTO LUNES DESPUÉS DE PASCUA

EL CORAZÓN RESUCITADO DE JESÚS NOS ENSEÑA A PERDONARNOS UNOS A OTROS

Perdonándoos unos a otros, y perdonándoos mutuamente,
si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor
os perdonó a vosotros. (Colosenses 3:13)

1er Preludio como ayer.

2º Preludio. Ruega para que puedas aprender de esta instrucción cómo perdonar y soportar a los demás.

1er Punto. Considera las dos cosas que nuestro Señor resucitado nos requiere hacer primero: soportarnos unos a otros y perdonarnos unos a otros. Dos preceptos distintos, y sin embargo, estrechamente conectados en la práctica. Nuestra vida de resurrección requiere que «nos vistamos, como escogidos de Dios», con aquellas virtudes y gracias que son contrarias a nuestras disposiciones naturales, y quizás hay pocas virtudes a las que estemos menos inclinados que a la de «soportarnos unos a otros». Perdonar a menudo es comparativamente fácil, pero soportar implica la constante endurecimiento de una carga, ya sea ligera o pesada; y este constante soportar a menudo forma la parte más aguda de la prueba. Hay muy pocas personas que no son una prueba para otros de alguna manera: una persona nos prueba con su manera, otra con sus palabras, otra con la diferencia de sus gustos o disposiciones, pero sin importar cómo seamos probados, el precepto sigue siendo el mismo: «Soportarnos unos a otros». Una gran ayuda para soportar a otros es considerar que ellos también deben soportarnos a nosotros. ¡Cuánta paciencia y tolerancia esperamos hacia nosotros mismos, y cuánto estamos dispuestos a manifestar hacia los demás! Si pudiéramos darnos cuenta de que damos a otros tanto que soportar de nosotros como ellos nos dan a nosotros, ciertamente seríamos más considerados, haríamos más que soportar.

Segundo punto. Pero también debemos estar dispuestos a perdonar: Perdonándonos mutuamente», dice el apóstol, «si alguno tiene queja contra otro.» Debemos perdonar no solo cuando hay ligeras razones de agravio, sino incluso si nos consideramos seriamente perjudicados. «Si tan solo intentáramos persuadirnos de que las pequeñas provocaciones y molestias que recibimos de otros, y que constituyen la suma de lo que tenemos que «soportar» de otros, rara vez, y realmente son raras, son intencionales, nos resultaría mucho más fácil obedecer esta orden; ¿y no nos enseña nuestra propia experiencia cuántas veces podemos causar dolor involuntariamente?

3er Punto. Consideremos cómo podemos glorificar el Sagrado Corazón de Jesús dándonos esta lección para practicar. Seguramente será perdonando y soportando como Él nos ha perdonado y soportado. Ningún ser humano puede haber sido probado por otro como Él nos ha probado a nosotros. ¿Dónde estaríamos ahora si Él no «soportara» con nosotros cada día y hora de nuestras vidas? Oh, pidámosle que nos dé gracia para imitar Su infinita caridad. Y ¿qué diremos de Su perdón? ¿Podemos perdonar como Él ha perdonado, por más libre, generosa y frecuentemente que perdonemos a aquellos que nos hieren? Seguramente, si no tuviéramos otro motivo para perdonar a quienes nos hacen daño que el de complacer a Aquel que nos ha perdonado con tanta generosidad sin límites, no pondríamos límites a nuestra caridad y nos regocijaríamos en oportunidades de ejercerla, si pudiéramos encontrarlas sin pecado en otros.

Aspiración. 
Corazón más indulgente, 
enséñame a perdonar.

Forma tu resolución y colócala en el Sagrado Corazón de Jesús. Examen

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