CUARTO SÁBADO DESPUÉS DE PASCUA

EL CORAZÓN RESUCITADO DE JESÚS NOS ENSEÑA LA VERDADERA RELIGIÓN

"La religión pura y sin mancha delante de Dios y Padre es esta: 
visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, 
y guardarse sin mancha del mundo." (Santiago, i. 27.)

1er Preludio. Representa a tu Señor resucitado como si estuviera respondiendo a tu pregunta cuando le preguntas en qué consiste la verdadera religión.

2da Preludio. Ruega por gracia para entender y practicar lo que Él enseña.

1er Punto. ¿No hemos anhelado a menudo saber en pocas palabras qué nos haría santos, cómo nuestras vidas podrían llegar a ser santas y aceptables para Dios? ¿Qué puede ser más claro y sencillo que la instrucción del apóstol? Consiste en dos fáciles preceptos: caridad hacia los demás y pureza en nosotros mismos: «Religión pura y sin mácula.» Consideremos todo lo que está contenido en estas simples palabras. No hay segundas intenciones, ni motivos dobles en esta religión. Es un camino muy sencillo y muy recto. Quizás su dificultad sea su simplicidad. Pero para los pequeñitos amorosos, que viven solo para su Señor resucitado, es fácil y atractivo. No tienen búsqueda propia en su caridad. Prefieren servir a los «huérfanos y las viudas»; tienen una santa predilección por los más desolados, los más descuidados, los más repulsivos, y en todo esto solo buscan a Dios; es «delante de Dios y del Padre» que trabajan y caminan. Los huérfanos y las viudas pueden ser olvidados por otros, pero Jesús nunca los olvida; pueden ser pasados por alto por otros, pero Jesús nunca los pasa por alto. ¡Oh, cómo deberíamos amar dedicarnos a ellos, cuando un apóstol inspirado ha mencionado especialmente la caridad hacia ellos como la prueba y el test de que nuestra religión es pura y sin mácula!

2º Punto. «Y para mantenernos sin mancha del mundo». «Sin mancha». Sí, debemos esforzarnos por presentarnos ante Dios sin siquiera una mancha en nuestras vestiduras y de hecho es difícil caminar por los senderos fangosos y contaminados de la tierra sin contraer muchas manchas. Ay, ojalá que tan solo nos mancharíamos, ojalá que a veces no hubiera manchas oscuras y profundas en esas túnicas, las cuales Jesús ha purificado tanto para nosotros. Entonces, ¿qué haremos, si esta pureza inmaculada se requiere de nosotros, lo cual es tan difícil de obtener? Bendito sea Dios, no estamos sin remedio. La fresca Fuente en la cual nuestras vestiduras fueron purificadas por primera vez, todavía está abierta. Solo tenemos que «lavarnos y ser limpios»; y aun si nuestros «pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; y aun si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.» (Is. 1:16-18).

3er punto. Consideremos cómo podemos glorificar el Corazón de Jesús resucitado, enseñándonos la verdadera religión. Procuremos hacerlo, en primer lugar, practicando fielmente la recomendación de mostrar caridad hacia los demás, especialmente hacia los huérfanos y las viudas: «Haced justicia al huérfano, abogad por la viuda» (Isaías 1, 17); y en segundo lugar, manteniéndonos «sin mancha del mundo». Debemos aprender a despreciar los máximos y evitar las prácticas del mundo; debemos vivir en oposición directa a sus costumbres y doctrinas. El amo del mundo es enemigo de nuestro Maestro: ¿cómo, entonces, podemos amarlo a él y amar a Él? Sobre todo, busquemos mantener nuestras vestiduras puras y blancas, lavándolas constantemente en la sangre del Cordero, mediante actos fervorosos de contrición por el más mínimo error, y nunca permitiendo que la mancha se profundice, como seguramente lo hará si no se lava inmediatamente. ¿Por qué nuestras vestiduras no habrían de permanecer siempre sin mancha, cuando un pequeño acto de contrición, una breve jaculatoria de amor, puede purificar nuestra imperfección de inmediato?

Aspiración. 
Lávame, y seré más blanco
 que la nieve.

Forma tu resolución y colócala en el Sagrado Corazón de Jesús. Examen

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